Sergio Avellaneda
1r Batxillerat
Al cabo de media hora Ingrid estaba en comisaría sentada en una mesa, atada con esposas y un poco asustada. La habitación en la que le habían metido era muy aburrida, sin colores y un poco tétrica. En una pared había un cristal donde Ingrid podía ver a un montón de gente que analizaba y observaba la situación desde fuera. Se le hacía raro saber que justo donde ella estaba sentada en esos momentos, gente mala, muy mala, se había sentado otras veces. Nunca se había visto en situaciones semejantes. Ingrid era una mujer muy conocida en el barrio y todos los vecinos afirmaban que era una persona amable y simpática que nunca había causado ninguna molestia. En la otra punta de la mesa estaba sentado el inspector Andrés. Ingrid podía ver en su rostro a un hombre de carácter fuerte y muy antipático. Andrés empezó a plantearle una serie de preguntas e Ingrid se las fue respondiendo sin ningún problema. Como el inspector vio a Ingrid un poco más calmada le preguntó sobre la relación que tenían su marido y ella últimamente. Ella con todas sus fuerzas soltó todo lo que no hubiera podido soltar si su marido en esos momentos estuviera vivo. Por fin contaba a alguien las torturas que le hizo su marido: la maltrataba día y noche, física y sicológicamente, le obligaba a hacer lo que él quisiera, la tenía sometida, etc. Ingrid, hasta ahora, había vivido atrocidades que ninguna mujer merece sufrir. El inspector se quedó pasmado e impresionado ante lo que le había explicado, ya que éste conocía a Víctor y siempre había pensado que era muy buena persona. Óscar, el hijo, había pasado todo este tiempo en casa de su abuela porque lo último que quería Ingrid era que su hijo conviviera con ellos durante esa gran crisis. Cuando Ingrid lo soltó todo, sintió algo que hace mucho que no sentía, sintió seguridad. No se arrepintió ni mucho menos de haber matado a Víctor. Pero ahora sabía que le tocaba cumplir condena.
De camino al calabozo, Ingrid, con todas sus fuerzas, empezó a correr y se escapó de comisaría. El inspector no dio alarma de fuga, sabía que Ingrid era buena persona y tenía clarísimo que a aquella pobre mujer le tocaba vivir todo lo que no había podido vivir.
Ingrid, mientras corría con una gran sonrisa, sólo pensaba en tres cosas: en su hijo, en la libertad y en la magnífica vida que le esperaba por delante.
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